El modelo económico de los medios explota los prejuicios existentes para maximizar la participación y las ganancias
Por Julio Levit Koldorf
El reciente asunto que ha suscitado fuertes críticas por parte de la BBC tras presentar a un niño narrador en su último documental titulado Gaza: Cómo sobrevivir a una zona de guerra por tener vínculos indiscutibles con Hamás, no ha hecho más que levantar el telón sobre un espectáculo aún más siniestro.
Incluso antes de que ocurriera el 7 de octubre, en julio de 2023, la periodista de la BBC Anjana Gadgil fue reprendida después de afirmar en la cara del ex primer ministro israelí, Naftali Bennett, que los israelíes estaban "encantados de asesinar a niños palestinos".
Cada año, el Centro Simon Wiesenthal, una de las instituciones más respetadas del mundo en el monitoreo del antisemitismo, publica un informe que destaca las naciones y organizaciones que lo propagan. Consecutivamente, el informe anual coloca a la BBC multimedia británica en tercer lugar, justo después de la República Islámica de Irán y la organización terrorista Hamás.
Pero esto no es más que la última iteración de una tendencia alarmante que viene gestándose desde hace años.
Periódicamente se observa la misma tendencia de sesgo inescrupuloso en los principales medios de comunicación de todo el mundo, en los que, con demasiada frecuencia, se invierte el papel de Israel, de defensor a atacante.
Y nos referimos únicamente a medios occidentales como la BBC, CNN o DW, sin entrar siquiera en aquellos de dudosa integridad periodística -promovidos por democracias cuestionables o monarquías directamente islámicas- como Russia Today (RT) o Al Jazeera.
Si bien las críticas a las políticas israelíes pueden, en teoría, desvincularse del antisemitismo, estudios empíricos revelan una correlación preocupante: las opiniones antiisraelíes extremas suelen albergar creencias antisemitas. Esto sugiere que el antisionismo, aunque aparentemente político, sirve como vehículo socialmente aceptable para expresar prejuicios antijudíos.
Y los medios de comunicación contribuyen dramáticamente a difundir, radicalizar y normalizar falsedades, reforzando los estereotipos antijudíos, también entre sectores de la intelectualidad.
Esta selectividad moral parece estar conectada a una ecuación más profunda y oscura:
Los productos de comunicación mediática no son solo un conjunto de textos e imágenes extraídos específicamente de la realidad, cortados, editados y reensamblados para luego ser presentados a los consumidores como un bocado informativo; funcionan como una mercancía. ¿Cómo crear una combinación de palabras e imágenes que genere ganancias automáticamente, como lo haría una mercancía? A través de la polémica y la controversia.
Por eso el antisemitismo es rentable. Los medios que producen este tipo de contenido se valen de prejuicios e intuiciones latentes en la sociedad para generar polémica mediante su contenido controvertido. De esta forma, consiguen una cantidad infinita de clics y reproducciones de sus productos mediáticos, haciéndolos virales; y así, la máquina, el producto de comunicación, se automatiza.
Es una ecuación oscura que manipula la psique social mediante difamaciones flagrantes, convirtiéndola en un negocio. Una estrategia sacrificial donde las grandes corporaciones mediáticas están dispuestas a abandonar la integridad ética y factual en busca de ingresos económicos.
Este juego de mentiras y difamaciones, bastante simple pero potente, ha calado hondo a lo largo de los años en la psique colectiva, logrando instaurar premisas falsas como verdades absolutas incluso en las más altas esferas del derecho y la diplomacia global. Establece una relación ilusoria que recae sobre el conflicto palestino-israelí, donde lo que la comunidad científica y académica ha establecido como realidad resulta completamente irrelevante ante una narrativa que puede ser televisada, publicada y viralizada sin necesidad de correspondencia histórica o moral, ni de explicaciones a nadie.
La ecuación oscura no sólo ha logrado establecer en el inconsciente colectivo la proposición invertida de que los judíos son invasores, colonialistas y asesinos que vinieron a privar al antiguo pueblo palestino de su tierra ancestral; más bien, parece haber provocado una especie de amnesia global, donde las guerras de 1948, 1967, 1973 y las intifadas posteriores nunca existieron.
Una realidad que parece haber erradicado el objetivo antisemita genocida del panarabismo de eliminar al Estado judío de la faz de la tierra.
Por lo tanto, hoy en día es muy común escuchar, en las altas esferas de la cultura, que el Estado judío es el único actor global responsable de la situación palestina. Y el sionismo —el movimiento político que sintetiza la milenaria aspiración colectiva del pueblo judío a la autodeterminación en su patria ancestral— se presenta como una fuerza genocida neohitleriana, responsable no solo del conflicto árabe-israelí, sino también de la principal fuerza desestabilizadora en Oriente Medio y más allá.
Una inversión histórica distorsionada, similar a culpar a los Aliados por las terribles condiciones de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial o a responsabilizar a los surcoreanos por el sufrimiento de los norcoreanos.
En los últimos años, la Unión Europea ha realizado múltiples encuestas para evaluar el estado del antisemitismo en Europa desde la perspectiva de las propias comunidades judías. Uno de los resultados más impactantes fue la percepción de la influencia de los medios de comunicación en el aumento exponencial del antisemitismo.
La ecuación oscura propone que gran parte de la responsabilidad de la horrenda realidad contra la minoría más perseguida en la historia mundial es resultado de ciertos intereses corporativos en generar ingresos a través de la producción de contenidos controversiales que puedan volverse virales.
Contenido que persuade por su hipersimplificación de la historia, seduce más allá del placer al generar igualdad en el placer de quienes se perciben como oprimidos, y genera una serie de ideas fijas que generan paranoia social. Todo esto autoriza el odio, desinhibe la agresión y abre la puerta a la pulsión de muerte y al afán de destrucción freudianos.
Julio Levit Koldorf es investigador especializado en comunicación y política, con especialización en antisemitismo político. Posee un doble doctorado en estas áreas y actualmente es investigador postdoctoral en la Universidad de Valencia, la Universidad de Zaragoza y la Universidad de Oxford. Ha impartido conferencias por toda Europa y proporcionado informes sobre antisemitismo al Ministerio de Justicia de España y a la Comisión Europea. Colabora en diversas publicaciones internacionales donde aborda temas relacionados con el antisemitismo y la política global.