Por Yossi Lempkowicz, redactor jefe de European Jewish Press (EJP)
Una oscura cortina de antisemitismo ha caído sobre Europa, con niveles récord de odio y comunidades judías temiendo lo peor. Cada quince minutos se informa de un incidente antisemita en Europa…
Los judíos de Europa, acostumbrados a la certeza de que “Nunca Más” significaba exactamente eso, están viendo cómo el peso de esas poderosas palabras se desmorona en la vida real, todos los días. “Si los gobiernos de toda Europa no se hacen cargo del problema, vamos a empezar a ver un éxodo de judíos de Europa”, explicó recientemente un líder judío europeo.
Hace dos semanas, el odio alcanzó su punto álgido en Ámsterdam con un pogromo –no hay otra palabra para definirlo– en el que judíos que habían acudido a ver un partido de fútbol fueron perseguidos y atacados en las calles.
En verdad, estas escenas, aunque impactantes, no surgieron de la nada y no sorprendieron a la gran mayoría de los judíos del continente. Con la normalización del odio a los judíos, la pregunta siempre fue cuándo, no si ocurriría.
La crisis en la que nos encontramos comenzó con pasos significativos pero graduales hacia esta normalización: esvásticas en las manifestaciones, acusación difamatoria de genocidio, negación de la existencia del único Estado judío en el mundo con el lema coreado en la calle “Palestina desde el río hasta el mar”, grafitis antisemitas como “Mata a un judío””, judíos atacados en su vida cotidiana, en los campus universitarios, llamamientos diarios a una “intifada global”.
Algunos intentan analizar las palabras. Afirman que la crítica a Israel y sus políticas nunca es antisemita. A esas voces, simplemente respondemos: si eso fuera cierto, no habría una emergencia antisemita. No se batiría ningún récord de actos antisemitas. La Agencia Judía no estaría informando sobre las cifras más altas de la historia de judíos que buscan vivir en Israel, desgarrado por la guerra, en lugar de permanecer en la supuestamente pacífica Europa.
Si analizamos el discurso antisionista tal como se presenta hoy, encontramos las mismas acusaciones falsas, las mismas raíces de un odio infundado y ancestral hacia los judíos, sólo que ha adoptado un cariz aceptable en la era moderna, con Israel como mecanismo de difusión.
El antisemitismo, en este momento, es el peor desde la Segunda Guerra Mundial. Nadie, en ningún lugar, pensó en escribir esas palabras otra vez. Pero aquí estamos, desafortunadamente, otra vez.
Hace unos días, la Asociación Judía Europea, que representa a cientos de comunidades judías de toda Europa, instó a la Unión Europea y a sus Estados miembros a declarar de inmediato “un período de emergencia de seis meses” para combatir el antisemitismo. Un período que debería ir acompañado de medidas específicas.
Este período de emergencia, lamentable pero absolutamente necesario, implicaría un mayor nivel de protección para las comunidades judías en toda Europa, lo que refleja la naturaleza de la emergencia.
Esta protección debe ir acompañada de tres medidas especiales de seguridad esenciales: en primer lugar, garantizar que exista una regulación adecuada y significativa de los eventos públicos, incluida la prohibición y penalización de expresiones, insignias y pancartas que sean de naturaleza antisemita e inciten al antisemitismo.
En segundo lugar, la exigencia de una autorización previa y un código de conducta y de lenguaje aplicable en los actos públicos, así como la designación de recursos judiciales específicos en consonancia con los marcos jurídicos europeos, que deberían ponerse en marcha antes de que pueda tener lugar cualquier manifestación o protesta pública.
Es evidente para todos que el derecho absoluto y fundamental a la libertad de expresión se viola a diario para incitar al asesinato, al odio y a la división. La tolerancia de este odio, que subyace a nuestro reflejo natural de proteger este derecho fundamental, alimenta directamente el fuego del antisemitismo.
Y en tercer lugar, la designación de emergencia también debería traducirse en una mayor presencia policial alrededor de las comunidades e instituciones judías.
Al adoptar estas tres precauciones reforzadas por un período inicial de seis meses, la Asociación Judía Europea dice que busca no sólo proteger a las comunidades judías, sino también defender los valores europeos fundamentales.
Hoy en día, estos valores fundamentales –la tolerancia, el respeto mutuo, la libertad de identificarse, de ser y de vivir– ya no pueden ser dados por sentados por los judíos de Europa.
“La Comisión Europea nos dice que ha tomado nota de este llamamiento. La Comisión se opone firmemente a todas las formas de antisemitismo. Los judíos deben sentirse seguros en toda Europa. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para garantizarlo. Y animamos a los Estados miembros a hacer lo mismo”, afirma, añadiendo que “tenemos la determinación de actuar y las herramientas para hacerlo, basándonos en la primera estrategia de la UE para combatir el antisemitismo y promover la vida judía adoptada en 2021, que ahora es más pertinente que nunca”.
Pero a pesar de estas palabras de apoyo, todas las comunidades judías que están en primera línea esperan lo peor y se preguntan cuándo habrá una verdadera respuesta europea al antisemitismo. La situación es urgente. Las palabras de Hillel el Viejo resuenan a lo largo de los siglos: “¿Y si no es ahora, cuándo?
Ahora es el momento.